¿Quién no ha
sentido miedo? Es un sentimiento muy normal, que puede ser tan simple como
temerle a una araña, o más complejo como el temor a estar solo. Pero sea como
sea el miedo es inevitable sentirlo.
Hay infinidad de
cosas de las cuales podemos sentir miedo. Miedo a perder el trabajo, a fallar un examen,
a que nos asalten, a perder un ser querido, a ciertos animales, a ser
rechazados, a hablar en público, entre otros muchísimos ejemplos.
Los temores
dependen de la personalidad de cada persona. Hay mujeres que temen toparse con
una rata, mientras hay otras que las matan como si nada. Incluso hay hombres
que les temen y les causan repulsión, y no por eso dejan de ser hombres. A lo que yo le tema o deje de temer forma
parte de mi manera de ser.
En la Biblia
encontramos dos palabras que podrían parecernos lo mismo, pero tienen
significados muy distintos. Estas palabras son miedo y temor.
Miedo
Temor puede bien
significar miedo o terror. Así podemos encontrar varios casos en los que se muestran
personas con miedo. Uno es la historia de Gedeón, quien guiado por Dios formó
un ejército con el cual acabar a los madianitas que asolaban al pueblo de
Israel. (Jueces 7.1) Pero para que la gloria de la victoria fuera para Dios y
no para los hombres, Dios le dijo a Gedeón: “Ahora, pues, haz pregonar en oídos
del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde
el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y
quedaron diez mil.” (Juec. 7.3)
¡Dos terceras partes del ejército se
devolvieron porque tenían miedo! Si fuera una guerra normal como las de hoy en
día, sería razonable tener miedo, y hacer lo posible por evitar participar en
situación tan cruel. Pero aquí queda demostrado que los israelitas no tenían fe
en el infinito poder de su Dios quien les aseguraba la victoria antes de llegar al campo de batalla.
“Huye el impío
sin que nadie lo persiga…” (Prov. 28.1) Para la persona que sabe que ha hecho
mal, su conciencia lo puede llevar a un punto tan angustiante de mortificación
que la paranoia le domina.
Siente que todos están en contra suya, que
quieren hacerle daño, y que todo lo malo que le pasa es por culpa de su mal
proceder. Instintivamente actúa como un animal indefenso cuando se siente
acorralado: lanza arañazos al aire con la esperanza de librarse de su atacante
imaginario.
Hay quienes
incluso con el fin de acabar con tan mortificante temor, acaban con sus vidas,
sin imaginarse lo que les espera del otro lado… El caso más conocido de una
conciencia que acusa es el de Adán y Eva.
“Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo:
¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque
estaba desnudo; y me escondí. (Gen. 3.9-10) El miedo en estos casos es prueba
definitiva de que se acepta la culpabilidad de lo que se ha hecho, aunque no se
reconozca abiertamente. Dios supo lo que
Adán y Eva hicieron antes de que estos se lo dijeran.
Temor
En la Biblia encontramos otro significado
para temor, y este es reverencia o respeto. Y esta es la clase de temor que
debemos tener para con Dios.
Mucha gente dice
tener temor de Dios. Pero realmente están en uno de los dos extremos
equivocados a los que se puede llegar creyendo estar bien con Él. Uno es el de
sentir miedo en lugar de reverencia. Se congregan, asisten a las reuniones,
oran, ayunan, leen la Biblia, pero solo porque temen las consecuencias de no
hacerlo.
Temen que Dios
“la agarre en contra suya” por no hacer estas cosas. Temen perder todo lo que
tienen, o temen que Dios no les de algo que han estado pidiéndole por mucho
tiempo, o incluso temen que los castigue por fallarle.
Hay quienes
pasan su vida preocupados por evitar el castigo eterno que les espera a los
desobedientes y desleales. Y en lugar de disfrutar del gozo del Señor, pasan
cada día con una constante ansiedad y preocupación por evitar caer. ¡Y ni que
decir, lo que sienten cuando pecan!
El otro extremo
es menospreciar a Dios. Y aquí es donde vive la gran mayoría de las personas
hoy en día.
Se ha enseñado tanto la idea de que Dios es
amor, de que Dios perdona, y que está lleno de misericordia, que muchos creen
que no sería capaz de castigar a uno de sus amados hijos. Puesto que se ha
dicho que lo que Dios quiere es nuestra salvación, no piensan en la posibilidad
de que un día deban rendir cuentas de sus actos.
Pero aquí es donde olvidan que Dios no solo es
amor, sino también “fuego consumidor” (Heb. 12.29) “¡Horrenda cosa es caer en
manos del Dios vivo!” (Heb. 10.31) Si no ha tomado las medidas para acabar con
toda esta humanidad pecadora, se debe a “las riquezas de su benignidad,
paciencia y longanimidad… Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo
juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras…” (Rom. 2.3-6).
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que
es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento.” (2 Ped. 3.9)
Teniendo estos conceptos claros, ¿Cuál debe
ser entonces nuestra posición ante Dios, sin caer en miedo ni tampoco en el
menosprecio?
Reverencia
Tener reverencia
significa expresar el respeto, la honra y la gloria que sólo Dios
merece como único Soberano, Creador, Diseñador y Controlador de absolutamente
todo cuanto existe y cuanto ocurre.
Pero para demostrarle esta reverencia debemos
tener una adecuada imagen de lo que Él es, y esta se logra al entender que la
personalidad de Dios es un equilibrio entre su infinito amor y a la vez su eterna
justicia.
Si bien es cierto que nos ama como nadie
más lo puede hacer, también está lleno de ira contra todo pecado e impiedad, ya
que estos son totalmente contrarios a su naturaleza, y nosotros como sus hijos
debemos de tener muy en claro lo que Él espera y no espera de nosotros.
Debemos
entender que su odio hacia el pecado no es por mero capricho, o porque sea “un
aburrido”. Su ira contra la maldad se debe a que Él sabe perfectamente que el
pecado no tiene provecho alguno para nuestras vidas, al contrario, solo provoca
que nos degrademos y perdamos las cosas buenas que ha puesto en cada ser
humano. El pecado es como un cáncer que nos corrompe cada vez más hasta el
punto de la pudrición, a menos que dejemos que el Médico Celestial aplique la
cura por medio de Jesucristo.
Lo opuesto a la reverencia es tomar en poco a
otra persona, dándole menor importancia de la que realmente tiene. Demuestra
falta de aprecio o aún burla hacia esa persona. ¿Sabes todo lo que implica ser
DIOS? Hagamos
la lectura de Mateo 10.28, 32-33. Aquí se enseñan dos causas por las cuales
debemos tener reverencia hacia Dios.
1. La primera es que por más que alguna persona o alguna situación quiera
dañarnos y maltratarnos, lo más que puede lograr es nuestra muerte física. En
cambio debemos temer de quien no sólo puede acabar con el cuerpo, sino también
con nuestra alma, enviándola toda la eternidad a un lugar de tormento y
sufrimiento “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.”
(Mr. 9.44) ¿Y qué puede ser peor que esto?
2. Otra razón es que si somos fieles para confesar a Jesús aquí en esta
vida, mientras estamos sobre la Tierra, él nos confesará en el juicio final
(vv. 32, 33). En cambio, si por temor u otras consideraciones negamos a Jesús en esta vida, o simplemente tenemos un
concepto equivocado de lo que significa su amor y su justicia, él nos negará,
es decir, no nos reconocerá como suyos ante el Padre en el juicio final.
Recuerde el pasaje de Mateo 7. 21-23: “No todo
el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel
día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca
os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”
¿Cómo demuestro reverencia
a Dios?
Veamos en la Biblia ejemplos concretos de
la forma como se presenta reverencia hacia Dios.
-“Entonces Abram se postró sobre su rostro”
(Gén. 17.3) -“Y dijo (Jehová): No te acerques; quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.” (Éxo. 3.5)
-“Y los cuatro seres vivientes… no cesaban
día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que
era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes
dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que
vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante
del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los
siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de
recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y
por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Ap. 4.8-11)
¿Qué podemos distinguir
que tienen en común estos tres ejemplos?
Estaban
ADORANDO. Esta es la forma como Dios quiere que reconozcamos que Él es Dios y
Señor Todo Poderoso y Soberano, Rey de Reyes y Señor de Señores. Cuando pasamos
suficiente tiempo adorándole, aumentamos nuestra reverencia hacia Dios.
Conforme más lo adoremos, más nos
daremos cuenta de Su Grandeza, de lo poca cosa que somos comparados con Él, y
que no somos nada ni nadie como para pretender ser mejores que Él.
Así llegamos a entender que Sus pensamientos no son nuestros
pensamientos, ni Sus caminos nuestros caminos (Is. 55.8). Llegamos a exclamar,
como lo hizo David: “Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para
que en él pienses, o el hijo de hombre, para que lo estimes?” (Sal. 144.3).
Llegamos a entender que sólo Él es Dios, el
Dueño y Soberano de toda Su creación, capaz de hacer “todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en
nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades,
por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef. 3.20-21).
Las
consecuencias de no demostrar reverencia, o demostrar una reverencia hipócrita
hacia Dios o hacia lo que Él ha establecido como sagrado, incluso hacia sus
siervos, también las encontramos en la Biblia.
Eliseo: “Después
subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la
ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube! Y mirando él
atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte,
y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos.” (2 Re. 2. 23-24)
En el NT encontramos el caso de Ananías y
Safira quienes menospreciaron la omnisciencia de Dios, y por ello pagaron caro
(Hec. 5.1-10) Otro ejemplo: “Entonces Dios hizo morir a los hombres de
Bet-semes, porque habían mirado dentro del arca de Jehová; hizo morir del
pueblo a cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el pueblo, porque Jehová lo
había herido con tan gran mortandad.” (1 Sam. 6.19)
Y también el muy conocido caso de Uza: “Cuando
llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo;
porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo
hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de
Dios.” (2 Sam. 6.6-7)
Notemos que en
tres de estos cuatro ejemplos, no era la intención de estas personas faltarle
el respeto a Dios. Sin embargo fueron castigados, ya que eran ignorantes de lo
que Dios quería que se respetara. Así que la ignorancia nunca será excusa para
no dar gloria y honra a Dios.
Temamos correctamente
“Tema a Jehová
toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo.” (Sal.
33.8)
En nuestro diario vivir, como cristianos que
somos, debemos demostrar nuestro temor y reverencia hacia Dios.
¿Cómo lo hacemos?
El temor a Dios se demuestra en andar
rectamente y obedecerle. “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de
ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo
ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; guardes
los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que
tengas prosperidad?” (Deut. 10.12-13)
“Así que,
amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de
carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2 Cor.
7:1)
También debemos
tener claro que tener temor de Dios no es tenerle miedo. “En el amor no hay
temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en
sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” (1Jn
4:18)
Si mantenemos un correcto concepto de lo que
es Dios, no habrá necesidad de temer.
¿Cuál será nuestra recompensa si tememos
correctamente a nuestro Señor?
“Y
su misericordia es de generación en generación.
A los que le temen.” (Luc. 1.50) “¿Quién es el hombre que teme a
Jehová? Él le enseñará el camino que ha
de escoger. Gozará él de bienestar, Y su descendencia heredará la tierra. La
comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto.” (Sal.
25.12-14) “Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le
temen.” (Sal. 34.9)
El
salmo 112 enumera todas las bendiciones que le esperan a quienes temen a
Jehová. “Su descendencia será poderosa en la tierra; La generación de los
rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa, Y su justicia permanece
para siempre.
No tendrá temor de malas noticias; Su
corazón está firme, confiado en Jehová. Asegurado está su corazón; no temerá,
Hasta que vea en sus enemigos su deseo.” (vers. 3-4, 7-8) Lea este salmo
completo, y recuerde que Dios siempre cumple sus promesas.
“Y dijo al hombre: He aquí que el temor del
Señor es la sabiduría, Y el apartarse del mal, la inteligencia.” (Job 28.28)
“Así que, recibiendo nosotros un reino
inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole
con temor y reverencia; porque nuestro
Dios es fuego consumidor.” (Heb. 12.28)
Por: Kenneth Matarrita
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