4 de septiembre de 2012

Reverencia, no miedo!!


¿Quién no ha sentido miedo? Es un sentimiento muy normal, que puede ser tan simple como temerle a una araña, o más complejo como el temor a estar solo. Pero sea como sea el miedo es inevitable sentirlo.

Hay infinidad de cosas de las cuales podemos sentir miedo.  Miedo a perder el trabajo, a fallar un examen, a que nos asalten, a perder un ser querido, a ciertos animales, a ser rechazados, a hablar en público, entre otros muchísimos ejemplos.


Los temores dependen de la personalidad de cada persona. Hay mujeres que temen toparse con una rata, mientras hay otras que las matan como si nada. Incluso hay hombres que les temen y les causan repulsión, y no por eso dejan de ser hombres.  A lo que yo le tema o deje de temer forma parte de mi manera de ser.

En la Biblia encontramos dos palabras que podrían parecernos lo mismo, pero tienen significados muy distintos. Estas palabras son miedo y temor.

Miedo

Temor puede bien significar miedo o terror. Así podemos encontrar varios casos en los que se muestran personas con miedo. Uno es la historia de Gedeón, quien guiado por Dios formó un ejército con el cual acabar a los madianitas que asolaban al pueblo de Israel. (Jueces 7.1) Pero para que la gloria de la victoria fuera para Dios y no para los hombres, Dios le dijo a Gedeón: “Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil.” (Juec. 7.3)

 ¡Dos terceras partes del ejército se devolvieron porque tenían miedo! Si fuera una guerra normal como las de hoy en día, sería razonable tener miedo, y hacer lo posible por evitar participar en situación tan cruel. Pero aquí queda demostrado que los israelitas no tenían fe en el infinito poder de su Dios quien les aseguraba la victoria antes  de llegar al campo de batalla.

“Huye el impío sin que nadie lo persiga…” (Prov. 28.1) Para la persona que sabe que ha hecho mal, su conciencia lo puede llevar a un punto tan angustiante de mortificación que la paranoia le domina.
 Siente que todos están en contra suya, que quieren hacerle daño, y que todo lo malo que le pasa es por culpa de su mal proceder. Instintivamente actúa como un animal indefenso cuando se siente acorralado: lanza arañazos al aire con la esperanza de librarse de su atacante imaginario.

Hay quienes incluso con el fin de acabar con tan mortificante temor, acaban con sus vidas, sin imaginarse lo que les espera del otro lado… El caso más conocido de una conciencia que acusa es el de Adán y Eva.

 “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. (Gen. 3.9-10) El miedo en estos casos es prueba definitiva de que se acepta la culpabilidad de lo que se ha hecho, aunque no se reconozca abiertamente.  Dios supo lo que Adán y Eva hicieron antes de que estos se lo dijeran.

Temor

En la Biblia encontramos otro significado para temor, y este es reverencia o respeto. Y esta es la clase de temor que debemos tener para con Dios.

Mucha gente dice tener temor de Dios. Pero realmente están en uno de los dos extremos equivocados a los que se puede llegar creyendo estar bien con Él. Uno es el de sentir miedo en lugar de reverencia. Se congregan, asisten a las reuniones, oran, ayunan, leen la Biblia, pero solo porque temen las consecuencias de no hacerlo.

Temen que Dios “la agarre en contra suya” por no hacer estas cosas. Temen perder todo lo que tienen, o temen que Dios no les de algo que han estado pidiéndole por mucho tiempo, o incluso temen que los castigue por fallarle.

Hay quienes pasan su vida preocupados por evitar el castigo eterno que les espera a los desobedientes y desleales. Y en lugar de disfrutar del gozo del Señor, pasan cada día con una constante ansiedad y preocupación por evitar caer. ¡Y ni que decir, lo que sienten cuando pecan!
El otro extremo es menospreciar a Dios. Y aquí es donde vive la gran mayoría de las personas hoy en día.

 Se ha enseñado tanto la idea de que Dios es amor, de que Dios perdona, y que está lleno de misericordia, que muchos creen que no sería capaz de castigar a uno de sus amados hijos. Puesto que se ha dicho que lo que Dios quiere es nuestra salvación, no piensan en la posibilidad de que un día deban rendir cuentas de sus actos.

 Pero aquí es donde olvidan que Dios no solo es amor, sino también “fuego consumidor” (Heb. 12.29) “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Heb. 10.31) Si no ha tomado las medidas para acabar con toda esta humanidad pecadora, se debe a “las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad… Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras…” (Rom. 2.3-6). “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Ped. 3.9)

Teniendo estos conceptos claros, ¿Cuál debe ser entonces nuestra posición ante Dios, sin caer en miedo ni tampoco en el menosprecio? 
Reverencia

Tener reverencia significa expresar el respeto, la honra y la gloria que sólo Dios merece como único Soberano, Creador, Diseñador y Controlador de absolutamente todo cuanto existe y cuanto ocurre.

 Pero para demostrarle esta reverencia debemos tener una adecuada imagen de lo que Él es, y esta se logra al entender que la personalidad de Dios es un equilibrio entre su infinito amor y a la vez su eterna justicia.

Si bien es cierto que nos ama como nadie más lo puede hacer, también está lleno de ira contra todo pecado e impiedad, ya que estos son totalmente contrarios a su naturaleza, y nosotros como sus hijos debemos de tener muy en claro lo que Él espera y no espera de nosotros.

 Debemos entender que su odio hacia el pecado no es por mero capricho, o porque sea “un aburrido”. Su ira contra la maldad se debe a que Él sabe perfectamente que el pecado no tiene provecho alguno para nuestras vidas, al contrario, solo provoca que nos degrademos y perdamos las cosas buenas que ha puesto en cada ser humano. El pecado es como un cáncer que nos corrompe cada vez más hasta el punto de la pudrición, a menos que dejemos que el Médico Celestial aplique la cura por medio de Jesucristo.

Lo opuesto a la reverencia es tomar en poco a otra persona, dándole menor importancia de la que realmente tiene. Demuestra falta de aprecio o aún burla hacia esa persona. ¿Sabes todo lo que implica ser DIOS? Hagamos la lectura de Mateo 10.28, 32-33. Aquí se enseñan dos causas por las cuales debemos  tener reverencia hacia Dios.

1.       La primera es que por más que alguna persona o alguna situación quiera dañarnos y maltratarnos, lo más que puede lograr es nuestra muerte física. En cambio debemos temer de quien no sólo puede acabar con el cuerpo, sino también con nuestra alma, enviándola toda la eternidad a un lugar de tormento y sufrimiento “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.” (Mr. 9.44) ¿Y qué puede ser peor que esto?

2.       Otra razón es que si somos fieles para confesar a Jesús aquí en esta vida, mientras estamos sobre la Tierra, él nos confesará en el juicio final (vv. 32, 33). En cambio, si por temor u otras consideraciones negamos  a Jesús en esta vida, o simplemente tenemos un concepto equivocado de lo que significa su amor y su justicia, él nos negará, es decir, no nos reconocerá como suyos ante el Padre en el juicio final.

 Recuerde el pasaje de Mateo 7. 21-23: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

¿Cómo demuestro reverencia a Dios?

Veamos en la Biblia ejemplos concretos de la forma como se presenta reverencia hacia Dios.
-“Entonces Abram se postró sobre su rostro” (Gén. 17.3) -“Y dijo (Jehová): No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.” (Éxo. 3.5)

-“Y los cuatro seres vivientes… no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Ap. 4.8-11)


¿Qué podemos distinguir que tienen en común estos tres ejemplos?

 Estaban ADORANDO. Esta es la forma como Dios quiere que reconozcamos que Él es Dios y Señor Todo Poderoso y Soberano, Rey de Reyes y Señor de Señores. Cuando pasamos suficiente tiempo adorándole, aumentamos nuestra reverencia hacia Dios.
 Conforme más lo adoremos, más nos daremos cuenta de Su Grandeza, de lo poca cosa que somos comparados con Él, y que no somos nada ni nadie como para pretender ser mejores que Él.

Así llegamos a entender que Sus pensamientos no son nuestros pensamientos, ni Sus caminos nuestros caminos (Is. 55.8). Llegamos a exclamar, como lo hizo David: “Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, o el hijo de hombre, para que lo estimes?” (Sal. 144.3).

Llegamos a entender que sólo Él es Dios, el Dueño y Soberano de toda Su creación, capaz de hacer “todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef. 3.20-21).

Las consecuencias de no demostrar reverencia, o demostrar una reverencia hipócrita hacia Dios o hacia lo que Él ha establecido como sagrado, incluso hacia sus siervos, también las encontramos en la Biblia.

Eliseo: “Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube! Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos.” (2 Re. 2. 23-24)

 En el NT encontramos el caso de Ananías y Safira quienes menospreciaron la omnisciencia de Dios, y por ello pagaron caro (Hec. 5.1-10) Otro ejemplo: “Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del arca de Jehová; hizo morir del pueblo a cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el pueblo, porque Jehová lo había herido con tan gran mortandad.” (1 Sam. 6.19)

 Y también el muy conocido caso de Uza: “Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios.” (2 Sam. 6.6-7)

Notemos que en tres de estos cuatro ejemplos, no era la intención de estas personas faltarle el respeto a Dios. Sin embargo fueron castigados, ya que eran ignorantes de lo que Dios quería que se respetara. Así que la ignorancia nunca será excusa para no dar gloria y honra a Dios.
Temamos correctamente

“Tema a Jehová toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo.” (Sal. 33.8)

 En nuestro diario vivir, como cristianos que somos, debemos demostrar nuestro temor y reverencia hacia Dios.

 ¿Cómo lo hacemos?

 El temor a Dios se demuestra en andar rectamente y obedecerle. “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Deut. 10.12-13)
“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2 Cor. 7:1)
También debemos tener claro que tener temor de Dios no es tenerle miedo. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” (1Jn 4:18)

 Si mantenemos un correcto concepto de lo que es Dios, no habrá necesidad de temer.

¿Cuál será nuestra recompensa si tememos correctamente a nuestro Señor?

 “Y su misericordia es de generación en generación.  A los que le temen.” (Luc. 1.50) “¿Quién es el hombre que teme a Jehová?  Él le enseñará el camino que ha de escoger. Gozará él de bienestar, Y su descendencia heredará la tierra. La comunión íntima de Jehová es con los que le temen,  Y a ellos hará conocer su pacto.” (Sal. 25.12-14) “Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le temen.” (Sal. 34.9)

 El salmo 112 enumera todas las bendiciones que le esperan a quienes temen a Jehová. “Su descendencia será poderosa en la tierra; La generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa, Y su justicia permanece para siempre.

No tendrá temor de malas noticias; Su corazón está firme, confiado en Jehová. Asegurado está su corazón; no temerá, Hasta que vea en sus enemigos su deseo.” (vers. 3-4, 7-8) Lea este salmo completo, y recuerde que Dios siempre cumple sus promesas.

“Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, Y el apartarse del mal, la inteligencia.” (Job 28.28)

“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;  porque nuestro Dios es fuego consumidor.” (Heb. 12.28)


Por: Kenneth Matarrita

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios son de gran valor y motivación para nosotros.