2 de noviembre de 2015

¿Padres Invisibles?


Quizás el título de este artículo le parezca extraído de un cuento o de un programa de dibujos animados, pero en realidad, es tan real como usted y como mi persona.

Cada día recuerdo lo que mis abuelos me decían sobre el papel de los padres en la crianza de los hijos. Me explicaban las razones por las cuales me corregían y en ocasiones lo hacían con ciertos castigos, los cuales no eran, por supuesto de mi agrado.

Así lo hicieron mis padres, nos han amado desde que tengo memoria de conocerles, pero por igual, nos enseñaron con el ejemplo y en viva practica la responsabilidad de los padres en la crianza de sus hijos.

Hoy le doy las gracias a mi Dios por mis abuelos, por los padres que me dieron y, por igual si una herencia tengo de valor, son mis padres.  Ellos me enseñaron a valorar mi alma, mi mente y mi espíritu, me enseñaron a amar a Dios y a respectar al prójimo, a valorarme como ser humano y a valorar a los demás. Me enseñaron a amar a mi cónyuge, pero también me enseñaron la importancia de ser un padre para mis hijos.

Y precisamente esto me hace sentir muy conmovido, porque sé que al igual que mis abuelos y mis padres, muchas familias tienen el mismo privilegio que yo he tenido. Tenemos en nuestra sociedad familias dignas de imitar, familias que han legado a la sociedad hombres y mujeres de gran valor y coraje. Personas que han dado lo mejor de sí para hacer un cambio positivo en su comunidad, país, e incluso, en el mundo. 

Pero me hace sentir muy triste ver todo lo contrario en la nueva generación de padres que hoy día están formando una familia. Sus actitudes  y comportamientos reflejan muchas irresponsabilidades en la educación que están dando a sus hijos, sencillamente, son padres invisibles…

Invisibles, porque el control lo ejercen los hijos, haciendo lo que quieren y cuando quieren sin que alguien le ponga frenos a sus malos hábitos y comportamiento.

Invisibles, porque las reglas la establecen los hijos y los padres solo se limitan a obedecerlas, haciendo lo que los hijos les piden y dándole lo que ellos quieren sin importar el precio que deban pagar o las deudas contraídas para satisfacer esos antojos.

Invisibles, porque los hijos imponen sus valores (valores aprendidos en nuestros descontrolados medios de comunicación) y los padres sencillamente lo obedecen, pues no quieren hacer sentir mal a sus hijos.

Invisibles, porque los hijos establecieron las normas de comportamiento, los padres las obedecen, al punto de seguirlas al pie de la letra, por ejemplo: la hora de llegada a la casa, la forma de hablar a sus padres, el tipo de amigo, los lugares donde van, si estudian o no lo hacen, los vicios que escogen, el carro que quieren que papito o mamita le compre, la moda que quieren, el celular de último modelo que necesitan, etc. etc. Usted continúe con la lista.

 Invisibles, porque muchos padres perdieron el control de sus hijos desde que estos nacieron. Desde muy pequeños, nuestros hijos inician un proceso para controlarnos, los hacen con gritos y llantos, es su herramienta perfecta, la traen al mundo desde que nacen. Es nuestra responsabilidad aprender a descodificarla, pues necesitamos saber cuándo tienen hambre, sueño o están enfermos, pero también necesitamos saber cuándo la están usando para manejarnos o manipularnos.

Hijos rebeldes los hay en todas las edades, esta rebeldía muchas veces es causada por la invisibilidad de un padre o una madre que no ha sabido poner el control y dar una educación a su hijo e hija responsable. Veo con mucha tristeza como esos hijos saltan, ponen manos a las cosas, gritan, hacen rabietas, e incluso, le pegan a sus padres en medio de cualquier escenario donde se encuentren, sin que sus padres hagan nada para detenerlos.

No estoy a favor de que a los hijos se les debe lastimar físicamente para corregirlos, sin embargo tampoco me inclino por  la moderna filosofía  psicológica  de ser permisivo con la indisciplina  que está creciendo esta moderna sociedad. Con familia disfuncionales, irrespectuosas, irreverentes, antisociales, fruto del pobre compromiso de padres que no han sabido dar a sus hijos una crianza razonable de acuerdo a valores y principios normalmente permitidos en una sociedad racional y civilizada.

Enseñar como padres a sus hijos valores y principios les hace crecer mirándole con respecto y admiración, le da sentido a su vida y aunque en su momento ellos piensen que no le aman, cuando crezcan se lo agradecerán.  Serán hijos que hablaran de los padres que tuvieron, porque le vieron en acción, le mostraron el camino a seguir. Les enseñaron que el valor de un buen hijo es el resultado de unos padres que se dejaron ver en su formación.

Hoy día tener una familia sana, comprometida y de respeto, cuesta. Cuesta no ser padres invisibles ante tanta presión que ejerce esta moderna sociedad con su propia doctrina y filosofía humanista de la vida. Cuesta no ser uno más del montón, pues le miraran como un ser extraño si no hace lo que los demás están haciendo. Cuesta decidir educar a sus hijos de forma correcta y apropiada, de manera equilibrada, cuando todos los demás están haciendo lo contrario. Es costoso para muchos padres no dejarse arrastrar por la corriente y pensamientos desquiciantes que hoy moderan e influyen en tantas familias.

Pero es más doloroso si queremos hacerlo por nuestra propia fuerza y conocimiento.  El creador del universo y por cuyas manos estamos nosotros en esta tierra, no nos has dejado solo en ninguna tarea que tengamos por delante y en especial, en la formación de la familia y en la crianza de los hijos. El espera de usted y de mí, a que dependamos de sus instrucciones, siguiendo sus principios y mandamientos. Para que usted sea capaz de formar una familia sana, emocional, espiritual y físicamente.

En la Biblia encontramos un verdadero manual de instrucciones para educar a los hijos. Instrucciones que le llevaran a ser seres humanos de acuerdo a los principios y valores divinos.

La biblia dice en Proverbios 23:15, que “cuando el corazón del hijo es sabio, el corazón del padre se alegra”. Esto es motivo para que como padre pueda hablar  a su hijo con sabiduría, sabiduría que Dios tiene disponible para  dar a quienes la buscan de corazón.

Proverbios 6:1 dice; “Hijo mío, presta atención a mi sabiduría, inclina tu oído a mi prudencia”. Es un principio de obediencia a los padres, el cual los hijos aprenden en la familia.

Proverbios 6:20 dice; “Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre”;   Es básico para los hijos seguir las instrucciones de sus padres, pero los padres necesitan estar preparados para dar estas instrucciones y poder expresarle “Ahora pues, hijo mío, obedéceme en lo que te mando” Génesis 27:8.

Poder expresar esto a los hijos, es un grato privilegio para los padres que así pueden hacerlo, tomando en consideración la importancia que tiene el ejemplo al educar a los hijos.

Al hablar a los hijos con el ejemplo, da sentido de autoridad a las palabras expresadas y por consiguiente tendrán mejor recepción en el corazón de los hijos, y como expresa Proverbios 4:10 podrás decir a sus hijos: “Oye, hijo mío, recibe mis palabras, y muchos serán los  años de tu vida”. El  hijo sabio dirige su corazón por el buen camino, es nuestra responsabilidad ayudarle en este proceso.

Urge que los padres se unan en el proceso de criar a sus hijos, teniendo  una meta clara y definida de lo que quieren enseñarle. Con una conciencia firme de los valores y principios que normalizaran sus vidas. Sabiendo que la sociedad no es responsable del trabajo de los padres. Somos nosotros los padres quienes debemos normar la sociedad, dándole hombres y mujeres preparados/as, conscientes  y responsables del rol a desempeñar en la vida.

Los maestros no son responsables de la educación de los hijos, tampoco lo es la Iglesia, como padres es nuestra responsabilidad y compromiso hacerlo.

Un error común en los padres invisibles es creer que los hijos solo necesitan ser alimentados,  ir a una escuela, luego a la universidad y ganar un título para luego tener un trabajo. Esto es importante, pero más importante es que nuestros hijos puedan valorar el trabajo que lograron tener por sus principios y no por tener una carrera. Que puedan sentirse realizados por sus valores y no por sus conocimientos. Que puedan ganar el respeto de los demás por ser hombres y mujeres con humanidad y no por su arrogancia.

Esto solo se aprende en casa, donde se forman seres humanos capaces de reconocer quienes son y quien es su prójimo. Seres humanos que valoran el trabajo, la dedicación, el amor, la entrega y los esfuerzos de sus padres.

Así como deben ser enseñado a los hijos normas y principios para hacer de ellos hombres y mujeres de bien, deben también enseñarles los pasos a seguir para ir al cielo. Este mundo no es para siempre, nosotros los seres humanos fuimos creados para la eternidad, por lo cual, es necesario preparar a los hijos para el encuentro con Dios.

Hijos sanos emocional, espiritual y físicamente, debe ser el objetivo a seguir en la crianza de los hijos. La biblia dice: “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” Lucas 2:52.  

Estos tres elementos de desarrollo en la vida de nuestros hijos son básicos para ayudarlos a alcanzar el cielo. Enseñan que una verdadera educación a nuestros hijos incluye también que conozcan las leyes y los principios divinos. Esto solo se puede lograr cuando los padres salgan de su invisibilidad y sean presentes en la crianza espiritual de sus hijos.

La biblia dice en Isaías 41:10 “no temas, Yo estoy contigo; No te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudare,…”

Como padres no estamos solos en esta fuerte tarea de criar a los hijos, Dios esta con usted, solo déjese ayudar por El.

Bendiciones

Autor: Mateo Martinez.

1 de agosto de 2015

¿Cómo sé que Dios me escucha?


La expresión “no fue sino hasta” se utiliza mucho en la literatura histórica para definir o aclarar el antes y el después de un acontecimiento o tendencia. En cada generación, época o siglo, se presentan eventos o cambios que después son descritos como “…no fue hasta el año YYYY que el ‘asunto’ comenzó a…”. Por ejemplo, leí un escrito en el que se señalaba que “no fue sino hasta Rousseau, cuando se empezó a desarrollar la pedagogía… él recuerda que la palabra ‘infancia’ proviene de la raíz etimológica equivalente a no tener voz…

 
Es interesante ver cómo nosotros utilizamos muchas figuras del lenguaje (símil, metáfora, sinécdoque, metonimia, etc.) y muchos siquiera sabemos que lo hacemos. Por ejemplo, del escrito referido, eso de “tener voz” por decir “tener derecho”; o “tener voz y voto” por “tener derecho y que te hagan caso” (es mi traducción). 

 
En este sentido, eso queremos todos, que tengamos derecho a hablar, pero que nos escuchen y nos hagan caso. Al respecto, ¿cómo sé que Dios me escucha? ¿Puedo perder el derecho a ser escuchado? ¿Es posible disfrutar de nuestros gustos y placeres, al tiempo de pretender orar y que nos hagan caso?

 
Como criaturas hechas por Dios, todos “tenemos voz”; sin embargo, fíjate cómo Jesús condiciona el que Él nos haga caso: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14). Ese “si” condicional es grande, y yo lo traduzco “tienes voz, pero si no te sujetas a mis reglas, no serás escuchado”. El sabio Salomón, lo pone en palabras más fuertes: “El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; más la oración de los rectos es su gozo” (Proverbios 15:8), lo que pongo en palabras llanas “Si quieres que Dios escuche tus oraciones, sigue Sus reglas; de lo contrario, tus palabras le serán molestas”.

 
Esta relación fue diseñada de doble vía, por lo que viene con condicionantes que nosotros, cuando nos conviene, intentamos ajustar a la época y a nuestras circunstancias. Creemos que Él "debe" ajustarse a nosotros e ir con la actualidad de libertinaje, del "no creo que sea malo", "eso no es nada", o "eso en la Biblia era cosa de cultura".

 
Antes de exigir que seamos escuchados, revisemos los deberes que vienen con los derechos en nuestra relación con Dios, y sabremos si el Creador nos pone atención o espera a que nos ajustemos a Él.

 
Malaquías 1:9-10

Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos. ¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.

 

Autor: David A. Guerrero S.

5 de abril de 2015

¡Un tercero en el Matrimonio!


En la relación de pareja existen elementos muy especiales que son propio de esa asociación. Y cuando son violentados crean grandes crisis en los matrimonios.

Estos elementos son los que le dan solidez a la convivencia de pareja y establecen la base para sostener la relación.

Me refiero, entre otros, al amor, la confidencialidad, la confianza, la tolerancia, la comunicación, el respeto, la consideración…

Cuando la pareja descuida algunos de estos o permite la invasión por un tercero se crean conflictos que ponen en peligro la estabilidad emocional, espiritual y física  del matrimonio.

Estos terceros pueden ser los familiares más cercano (los padres de uno de los conyugues) o más alejados (hermanos, tíos, etc.) de la pareja. Como también, las ocupaciones personales (trabajo, estudios, etc.), diversiones personales (TV, juegos, Internet), amistades (amigos, compañeros de trabajo del esposo o la esposa), o cuando la pareja convive en la misma casa con los padres, sea los del esposo o los de la esposa.

De cualquier forma, a corto o a largo plazo, los terceros se involucraran en la relación de la pareja y entraran, consciente o inconscientemente en la frontera de esos elementos mencionados anteriormente, esos que le dan a la pareja su identidad personal y solidez en el tiempo.

El matrimonio es una empresa de dos, el único tercero admisible es Dios, El fortalecerá los lazos de amor, confianza, tolerancia, e intimidad en esa relación y creara, en cooperación con la voluntad de los conyugues, las bases que soportaran a lo largo del tiempo el matrimonio. Fomentando un ambiente apropiado para la crianza de los hijos y su convivencia en esta sociedad, así como el crecimiento de la Iglesia que tanto necesita familias sanas y estables.

Otro tercero en la relación matrimonial puede ser una persona interesada en una relación amorosa con unos de los conyugue. Sea porque el esposo esta coqueteando con otra mujer o la esposa con otro hombre. O porque alguno de ellos haya aceptado como oportuno un romance con una persona fuera del matrimonio.

Sin importar cuál sea el caso, un tercero en una relación matrimonial es como un cáncer, cuando se descubre que ha invadido el cuerpo, ya es demasiado tarde, en la mayoría de los casos, para ser curado.

Son montones los matrimonios que hoy día están fracasando por esta circunstancia. Más parejas están dejando invadir su privacidad matrimonial por otras personas y como resultado, más son los divorcios.

Las razones, son varias, unas pueden ser justificadas y otras son creadas por la pobre preparación de la pareja antes del matrimonio. Pues hoy día las parejas se están preparando más para sus bodas que para el matrimonio. Pasan tiempo en un noviazgo sin asesoría o la consejería necesaria para saber sobre las responsabilidades del matrimonio. Toman la decisión de casarse sin un plan apropiado para darle seguimiento a ese proyecto de vida.

Muchos padres, tampoco hemos hecho bien nuestro trabajo de maestros y consejeros de nuestros hijos. No estamos ayudando de manera apropiada a nuestros hijos e hijas en esta decisión. Algunos por desconocimientos o despreocupación y otros por simple egoísmo. Algunos padres egoístamente animan a sus hijos hijas a quedarse en la casa y formar un matrimonio junto con ellos. Inevitablemente, un día se involucraran en esa nueva relación, creando los conflictos más desagradables que pueden existir en un matrimonio.

Uno de los conyugue será la oveja negra de esa familia y al final, el divorcio es la salida a ese infierno.

Otros padres animan a sus hijos a quedarse en casa con su pareja poniendo como razón la situación económica en la que viven. Los pagos serán más y las entradas no le alcanzaran. No soy de los que están contrario a la firme idea de que si un hijo o una hija ya casado o casada está pasando por una situación difícil, económica o por una enfermedad, no se le extienda la mano. Para esto estamos  los padres y es nuestra responsabilidad como familia. Ayudarnos en los momentos difíciles es lo que se espera.

Pero, debemos tener cuidado en no animar a nuestros hijos a buscar una pareja, formar un matrimonio y traerlo a nuestra casa. Les estamos haciendo más daño que bien. A la larga,  no es la mejor ayuda para esa nueva familia. Planificar adecuadamente donde va vivir esa nueva familia es de vital importancia para la sostenibilidad del matrimonio.

Por igual, los hijos deben cuidarse de poner en prácticas las siguientes ideas; a) es que para que no esté sola en una casa, nos casamos y te llevo a vivir con mis padres,.. b) mis padres se quedarían solos si me voy de casa y tú eres una hija para ellos, por eso he decidido que nos quedemos con ellos,…c) me caso contigo, pero no me voy de casa, además mis padres te quieren tanto que me han dicho que eres como un hijo, por eso nos quedamos con ellos…

Todo esto puede escucharse muy hermoso, incluso, tiene sentido, pero no funciona en el matrimonio.

Los matrimonios necesitan intimidad, tiempo como pareja e independencia en sus decisiones, necesitan  trabajar juntos para lograr sus objetivos como matrimonio, para tales fines deben tener su propio espacio de acción.

El creador del matrimonio, nuestro Dios, dijo: “Por eso El hombre deja a su padre y a su madre para uniese a su esposa y los dos llegan a ser como una sola persona”. Génesis 2:24.

Es importante entender la instrucciones del creador cunado dijo, “dejara”, esto significa que para formar la nueva familia, el hombre y la mujer deben dejar física, emocional y económicamente a sus padres, deben ahora trabajar, con la ayuda de Dios, para ser uno.

El matrimonio pasa por los menos, por cinco etapas, en este proceso necesitan los conyugues estar desligado de los lasos de sus progenitores. Estas etapas traerán conflictos que deben solucionar particularmente como pareja, y si bien estos conflictos pueden fortalecer la relación, estabilizando crecientemente el matrimonio, también pueden destruirlo y si existe un tercero involucrado, la catástrofe será inminente.

Estas etapas las identificamos como sigue: 

      1-     El romance, algunos expertos creen que el amor romántico en el matrimonio solo dura tres meses, eso significa que después de tres meses de casados la mitad de esos sentimientos románticos que uno experimenta se han ido.

 Otros afirman que dura dos años y medios, como quiera que sea el caso, la luna de miel siempre se termina.

 Romance se encuentra con la realidad, por eso un 37% de las parejas admiten ser más críticas con su pareja después de haberse casado. El 30% reporta un aumento en los pleitos después de haber dicho, si acepto.

2-     Es la Lucha por el poder, ¿sabía usted que cuando un hombre y una mujer se casan llegan a ser uno solo? El problema empieza en decir cuál de los dos. Y si aguantan esta segunda etapa, la lucha por el poder. Lo lleva a la tercera etapa.

3-     La cooperación, vamos hablando acerca de esto para solucionarlo. Lo cual lleva a la cuarta etapa...

 4-     La mutualidad, en esta etapa es cuando se comienza a preocupar por la otra persona en vez de uno mismo, y por último, la quinta etapa…

5-     La co-creatividad, es donde los dos están siendo edificados mutuamente, y lo que sucede es que muchas parejas llegan a la etapa número dos, “La lucha por el poder” y ahí es donde abandonan el matrimonio, por esto este año 200 mil matrimonios en estados unidos solamente, llegaran al divorcio después de su primer aniversario.

Antes de que te cases debes saber que no existen matrimonios perfectos, porque no existen personas perfectas.

Por lo tanto es necesario un buen plan antes de que diga si, acepto.

Los padres pueden ser buenos consejeros, pero de lejos. Es muy difícil ser neutral cuando un hijo o una hija esta involucrada o involucrado en un conflicto. Podemos ser los mejores consejeros y si no aprendemos el arte de la neutralidad al dar una asesoría a un matrimonio; podemos ser los terceros que dañemos esa relación.

Lo mismo sucede con los tantos terceros que llevamos dentro. Como son: el trabajo, la diversión, los estudios, los amigos, la falta de comunicación, la intimidad, e incluso, la ideología política y religiosa.

Hemos presenciado muchos divorcios por estos terceros que se esconden muy bien en nuestro interior y silenciosamente están atacando la relación matrimonial. Son como esas enfermedades que solo salen cuando ya el paciente no tiene cura. Matan desde adentro; Por fuera todo es normal, pero por dentro el matrimonio está muerto.

Estos son a los que llamo, “matrimonios divorciados”, pues ante la sociedad están casados, pero en el interior, la relación ya se ha terminado. Y todo, gracias a esos terceros que están en el interior del hombre o la mujer.

Estos terceros están atacando la unidad de la pareja y neutralizándola lentamente. A tal punto que deja convencidos a los conyugues que es la manera correcta en la que actúan, pues es necesario para seguir viviendo.

Un tercero silencioso dentro del matrimonio pero de impacto significativo es el dinero, cuando los conyugues no han logrado liberarse de los intereses personales o de ese enfoque individualista con relación al control del dinero, los efecto son arrolladores. La lucha por el poder o el liderazgo dentro de la relación no es solamente por el primer lugar, también está el tema de quien gasta más, si los dos trabajan, quien debe aportar qué y cuantos.

O la típica expresión de un matrimonio egoísta y centralizado con los asuntos materiales, “yo trabajo y soy el que gano el dinero, hago con él lo me viene en gana”, o  “usted es el hombre, por lo tanto debe mantenerme, pues mi dinero no lo va a usar, por eso lo tengo en una cuanta aparte”. Son algunas escenas de matrimonios “felices” aparentemente.

Es necesario poner atención a estos detalles, pues al final son los que determinan hacia donde llegara la relación. Los terceros están en todos lados, son inofensivos y están disfrazados de amigos, familias, ocupaciones, diversión, e ideologías. Es necesario conocerlo y cuanto antes, mejor.

Toda relación entre los conyugues se basa en lo que pueden conseguir personalmente. Aun lo que hacen a favor del otro es con el propósito de conseguir algo para sí mismos.

El amor genuino se interesa solamente en el bien para el otro sin interés alguno en provecho o recompensa personal.

Medita en estos pasajes bíblicos que pintan un paisaje del amor genuino.

"Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos" (Cantares 8.7).

"Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15.13).

"El amor sea sin fingimiento" (Romanos 12.9).

"El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor" (Romanos 13.10).

"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser"     (1 Corintios 13.4-8).

Es el enfoque que debe tener todo matrimonio. La prevención inicia en el noviazgo, una buena preparación es de vida o muerte para la relación.

Nos comunicaremos en una próxima entrega…

Muchas bendiciones.

Autor: Mateo Martinez.