17 de noviembre de 2010

Mis relaciones (Parte III)


Las relaciones con nuestro cónyuge.

Es un tiempo valioso e imprescindible el que dedicamos a nuestros hijos e hijas, ellos necesitan de cada uno de los padres, tiempos de calidad. Es cuando hacemos crecer nuestras relaciones de padres y madres con ellos y damos la oportunidad a la verdadera amistad entre nosotros. Nos conocemos mejor, sabemos con más detalle cuales son las necesidades de nuestros hijos e hijas, sus sentimientos, valores y principios que como individuo están desarrollando.

Pero, mis querid@s, para ser un buen padre, es necesario ser un buen esposo y para ser una buena madre se necesita primero ser una buena esposa. ¿Cómo son tus relaciones conyugales? ¿Qué están aprendiendo tus hijos de tu relación matrimonial? ¿Es buena idea que ellos multipliquen esa conducta o actitud con su pareja?

Es de gran valor poder ser ejemplo de buenas obras ante Dios, nuestros hijos e hijas y la sociedad. Nuestro matrimonio debe ser luz en el hogar, a nuestra familia no podemos esconderle como realmente somos, ellos nos conocen, viven con nosotros. Y el comportamiento en cuanto al amor y respeto entre nosotros los padres, será como un gran laboratorio donde nuestros hijos e hijas aprenderán como manejarse en su futuro matrimonio.

Al profundiza en lo que Dios requiere de nuestras relaciones conyugales, es necesario conocer algunos principios establecidos en su palabra.

1- El matrimonio fue idea de Dios (Génesis 2:18-24).

Dios quiere que el hombre y la mujer al unirse en matrimonio puedan tener una relación bajo su voluntad. Es una relación sin indisolubilidad. Pues lo que Dios hace es perfecto. El no quiere separación entre el hombre y la mujer cuando se han unido por el santo vínculo del matrimonio.

Es una relación hasta que la muerte los separe.

2- Es necesario trabajar en la construcción de la relación matrimonial.

En este sentido debe existir entre los cónyuge un proceso de adaptación. Tanto el hombre como la mujer necesitan hacer ajustes en sus actitudes y comportamiento. Conduciéndose bajo una plataforma de consideración, respeto, dialogo y tolerancia. Inyectando a este proceso una consistente dosis de romance. Valorando en su justa dimensión el crecimiento de la relación y dejando al Espíritu Santo hacer el trabajo de lugar.

3- Reconocer que el matrimonio es permanente (Mateo 19:6).

Esto no quiere decir que en el matrimonio no existirán momentos o circunstancias difíciles. Todo matrimonio tiene algunos momentos en los cuales debe existir una gran voluntad de amor, compromisos mutuos y dedicación individual para salir adelante. Es necesario que cada cónyuge entienda su papel en esta sagrada unión, con el fin de que pueda luchar para salvar su matrimonio en cualquier crisis que se presente.

Haciendo conciencia de que solo será posible si ambos mantienen una relación clara, de amor y de respeto.

Necesitamos procurar fortalecer la relación matrimonial, velando por su permanencia. Y para lograr tal objetivo es necesario que cada cónyuge tenga una relación personal con Dios por medio de Jesucristo.

4- Permite a Jesucristo ser el centro de tu relación.

Hay un versículo que me encanta mucho y es de gran enseñanza para nuestro tema. Me refiero a 2 Corintios 5:14. ‘’ Porque el amor de Cristo nos constriñe…” amar es el uno camino para mantener una verdadera relación matrimonial. Solo Jesucristo puede hacer esa transformación en la vida de los cónyuges.

5- Mantenga la comunicación.

Es increíble la intensidad con la que los novios se comunican, el tiempo no es suficiente para tratar todos los temas. Y cuando se casan se acaba la comunicación, incluso, se termina los temas de interés común y en la relación comienza el síndrome del silencio.

Un matrimonio sin comunicación pronto se desmorona, se va evaporando el amor y termina con la relación. Es necesario trabajar como un equipo, luchar para mantener los buenos hábitos, aquellos que fortalecen el matrimonio y ayudan en la armonía de cada cónyuge.

6- Busquen juntos la solución a los problemas, no busquen quien es culpable.

Si quiere tener una guerra en el hogar comience a criticar los errores de su cónyuge. Esto no solo romperá su relación, sino que dañara la confianza de su esposa o esposo.

Lo correcto es motivar a tu pareja a corregir esos errores con tu ayuda y sobre todo, con la ayuda de Dios.

Involúcrese en la solución y provea algunas sugerencias en la que usted está dispuesto(a) a cooperar, esto dará un tono diferente a la situación. Recuerde, esta debe ser una situación entre usted y su cónyuge, los terceros deben quedar fuera en todo momento.

Recordemos, como pareja, debemos buscar el bienestar de mi cónyuge antes que el mío, ya no debo pensar en mí, debo pensar en nosotros. Pues ahora no soy yo, somos nosotros.

Recordemos lo que nos dice el Espíritu Santo en Efesios 4:30-32.

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Continuaremos en nuestra próxima entrega.

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