15 de abril de 2012

La libertad cristiana


He aquí un tema del cual muy poco se habla hoy en día en las iglesias, y del cual se descuida mucho entre los conversos, y que a su vez es de suma importancia para el crecimiento de la obra de Cristo por medio de su Iglesia: La libertad cristiana.

Antecedentes:

            En los tiempos en que todavía estaba en rigor la Ley de Moisés, había limitaciones estrictas en cuanto a ciertas cuestiones. Básicamente tenían que ver con alimentos que no se debían comer, acciones que no se debían hacer, y expresiones que no se debían decir. Por ejemplo, sólo estaba permitido comer animales que 

tuvieran pezuña hendida y que rumiaran.
Por eso estaba prohibido comer camello porque es rumiante pero no tiene pezuña hendida y el cerdo porque tiene pezuña hendida, pero no rumia, entre otros. En Levítico 11 está la lista detallada. Además, había reglas que debían seguirse al pie de la letra en cuanto a enfermedades, ofrendas, moralidad, conducta, fiestas, mantenimiento del tabernáculo, esclavitud, etc.

            Como sabemos, para Dios ya no tiene ningún valor seguir todas esas restricciones, ya que para Él lo que importa es que le entreguemos nuestro corazón, dispuestos a vivir la vida que a Él le agrada, y que Él mismo nos capacita para vivir con la guía del Espíritu Santo.
 Sin embargo, en los primeros días de la Iglesia surgieron personas que mal interpretaron la libertad que Dios nos da. Hubo dos corrientes de pensamiento: una era de influencia judía, y establecía que el cristiano a pesar de serlo, debía seguir sujeto a la Ley de Moisés, hasta el punto de que debía circuncidarse y respetar el día de reposo.

 La otra era de influencia gentil y totalmente opuesta, y establecía que el cristiano tenía total libertad de hacer lo que quisiera en cuanto a su comportamiento, con tal de que aceptara que Jesús había resucitado. Así, una corriente era legalista, mientras que la otra era libertina y desenfrenada. Ambas fueron arduas enemigas de la Iglesia primitiva.

            Para tratar de contrarrestar y atacar ambas corrientes es que Pablo escribió casi todas sus cartas. Gálatas se encarga de atacar al legalismo que trataban de imponer los judaizantes (judíos que pretendían imponer la Ley a los gentiles). En cuanto a la mala concepción de la libertad cristiana corrompida en libertinaje, la carta a los Colosenses, entre otros, ataca dicha corriente.

            ¿En qué consiste la libertad cristiana?
            Como ya vimos, la conciencia es algo que debemos cuidar mucho, ya que es muy sensible a lo que uno tenga por bueno o por malo. Y esto abarca hasta asuntos que para algunos podrían ser trivialidades, pero que para otros son de suma importancia.

Como cristianos, tenemos libertad para comer y beber lo que queramos, siempre y cuando no atente contra nuestra integridad tanto física como espiritual. Pero también debemos tener claro lo que dice Romanos 14:8“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.” Todo nuestro comportamiento debe ser dedicado al Señor. Debemos renunciar a nosotros mismos, sacrificar nuestros propios gustos y deseos por el bien de la obra del Señor.

No somos islas. Eso está muy claro. Dondequiera que nos encontremos, estamos rodeados de personas, sean estas allegadas nuestras, o sean completos desconocidos. Pero sea como sea siempre habrá gente que observa nuestra forma de ser, en mayor o menor grado. Y aquí es donde entra una responsabilidad de suma importancia para el cristiano: Su testimonio.

 Como cristianos debemos velar porque nuestro comportamiento, todo lo que hacemos y decimos sea coherente con lo que profesamos ser. Todo en nuestra manera de vivir debe irradiar la obra de Cristo en nosotros, y marcar una diferencia con la forma de vivir de la gente que no ha hecho entrega de su vida en las manos del Señor.

Esto también significa que debemos  cuidar  que nuestra actitud no signifique tropiezo para alguien más, particularmente, esas personas que son nuevas en la fe o las no conversas, las cuales, siempre están pendientes de  cómo deberían ser  y como realmente se comportan los supuestos cristianos.

Dice 1 Cor. 8: 13: “Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.”

Analicemos el contexto en el que se encuentra este pasaje para así comprender mejor la seriedad del asunto. Esta carta estaba dirigida a la iglesia en Corinto. Esta ciudad era reconocida como una de las más importantes  ciudades comerciales de aquella época.

 Pero también era reconocida por su idolatría, filosofía dividida y huecas doctrinas. Una práctica común entre los paganos, era los sacrificios de animales a sus dioses. Sólo una parte de esa carne era ofrecida.

 El resto se utilizaba para llevar a cabo un banquete al cual se invitaban todas las personas que se quisiera. A veces sobraba carne, la cual se vendía a las carnicerías. Esto se convirtió en un problema para los nuevos cristianos de Corinto, ya que no sabían si debían comer o no de esta carne cuando eran invitados a alguna de esas actividades, y también si podían comprarla en las carnicerías.

 Teniendo esas dudas en mente, mandaron una carta a Pablo en la que le preguntaban estas, entre otras cosas, las cuales Pablo desarrolla en su Primera Epístola a los Corintios.

La respuesta de Pablo al problema de la carne es tan clara que no necesita ser explicada. “Sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios…Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.

Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento (de que los ídolos no tienen ningún valor), sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos (pensando que si tú lo haces porque apruebas comer de los ídolos, él puede hacer lo mismo)? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.

De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.”

Queda claro que nuestra responsabilidad de cuidar como vivimos no es sólo ante Dios, sino también ante todas esas personas que están al tanto de lo que hacemos, sean familiares, vecinos, amigos, compañeros, miembros de la iglesia, o incluso los desconocidos con los que nos topamos todos los días.

 Es nuestra obligación velar que lo que hacemos no se convierta en tropiezo para esas personas. Si un recién convertido, o aún un inconverso ve a uno de los predicadores de la iglesia en un bar, o con otra mujer que no es su esposa, o le escucha decir una mala palabra, o dirigir una mirada codiciosa a una mujer que pasa por la calle, ¿qué puede pensar? Sin duda sería una gran decepción y desilusión para esa persona, y muy probablemente decida no volver a una iglesia que, según ellos, está llena de personas hipócritas y falsas. Y de hecho que eso es algo que ocurre muy comúnmente hoy en día.

Y no es necesario ir al extremo. Hay ciertas cosas que para mí pueden ser insignificantes, pero que para otra persona pueden ser de más valor. Por ejemplo: yo puedo llevarme muy bien con la pareja de un amigo mío. Pero puede verse mal que ella y yo pasemos mucho tiempo hablando solos, aún cuando sea en simple son de amistad. Tal  vez un hermano pueda que no sepa cómo es la situación realmente, y piense que ella esté engañando a su pareja conmigo, lo cual sería caer en pecado. Y la culpa no sería de ese otro hermano sino mía.

Cuando Dios le preguntó a Caín por Abel, este respondió: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” La respuesta es un enérgico SI, no sólo para Caín, sino para cada uno de nosotros. Está en nuestras manos la responsabilidad de cuidar nuestro testimonio ante todas las personas que nos rodean.

 Por más que no me afecte solo un trago de vino, si mi hermano me ve tomando, puede pensar que tomar está bien sólo porque me vio a mí haciéndolo. Y aunque esa no era mi intención, yo soy el culpable de que mi hermano peque. ¿Y si ese hermano entra en el vicio sólo por esa impresión que yo le di? Y es que nuestra libertad está limitada hasta donde llegue la del otro. Si apropiarme de mi libertad al hacer algo implica que para otro signifique entrar en esclavitud, entonces estoy cometiendo pecado.

De lo serio de hacer pecar a los más débiles en la fe, sean estos parte de la Iglesia o no, Jesús dejó una fuerte advertencia: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.” Marcos: 9:42.

 Estos pequeñitos no necesariamente tienen que ser los más jóvenes en edad. Puede haber débiles en la fe que ya lleven años en la Iglesia, pero que nunca han crecido espiritualmente. Estos también están a nuestro cuidado, y debemos SIEMPRE velar por darles un buen ejemplo.

Así que, en resumen, velar por la conciencia de los demás consiste en que aunque tengo derecho a esto o aquello ya que para mí no es malo, decido sacrificar mis gustos y preferencias con tal de no ser obstáculo para el crecimiento espiritual de mi hermano.

 Esa manera de pensar que a nadie le importa lo que yo haga, diga o piense, es total y completamente anticristiana. A partir de que tomamos un compromiso serio con nuestro Señor, tenemos la obligación de cuidar de nuestro testimonio. Pero esto no es una carga extra, porque si de verdad velamos por vivir una vida completamente agradable a Dios, por consecuencia no haremos nada que afecte la conciencia de los que nos rodean.

 Y la fuente de ese conocimiento necesario para vivir una vida piadosa, se encuentra en la comunión personal con Dios, a través de la oración y el estudio bíblico. Por medio de estas fuentes estamos aprendiendo a vivir de una forma que en lugar de afectar a otras personas, más bien se convierta en un ejemplo. Y esta no es sólo responsabilidad de los dirigentes de la Iglesia, sino de todo cristiano, ya que donde quiera que se encuentre un cristiano, ahí siempre habrá personas que están observando su estilo de vida, y si de verdad vive según lo que profesa.

Veamos un ejemplo más para dejar el asunto lo más claro posible. Leamos el texto de 1 Cor. 9: 20-23. Pablo tenía total libertad en cuanto a todos estos aspectos, pero estaba dispuesto a renunciar a esa libertad con tal de procurar el crecimiento de la obra. Y esto se debe a que realmente se sentía comprometido con la causa del evangelio, ya que para él tenía prioridad por encima de él mismo. ¿Es así de importante para nosotros la causa de nuestro Señor?

La libertad cristiana ha de emplearse en humildad para la gloria de Dios y para el bien de todos. Al final de cuentas, cada cristiano ha tomado el compromiso de seguir a su Señor lo que implica lo siguiente: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” Lucas 9:23. El orgullo y el egoísmo quedan totalmente anulados en la mente del verdadero creyente, porque su prioridad ya no es él mismo, sino Cristo y su prójimo. Velemos porque esto sea siempre así.

Autor: Kenneth Matarrita Alvarado
Iglesia de Cristo Heredia, Costa Rica
kennethma5@yahoo.com

3 comentarios:

  1. Excelente hermano, Dios continué bendiciéndole en gran manera y le siga concediendo la la gracia dela sabiduría para su gloria y honra de nuestro Señor Jesús

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  2. Muchas bendiciones, Dios este con usted

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  3. Muy buenos tus aportes. De esta manera colaboras con el Salvador en la construcción de su reino que tanta falta hace en nuestro medio.
    http://elreinodediosenmarcha.blogspot.com

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