Antecedentes:
En los tiempos en que todavía estaba
en rigor la Ley de Moisés, había limitaciones estrictas en cuanto a ciertas
cuestiones. Básicamente tenían que ver con alimentos que no se debían comer,
acciones que no se debían hacer, y expresiones que no se debían decir. Por
ejemplo, sólo estaba permitido comer animales que
tuvieran pezuña hendida y que rumiaran.
tuvieran pezuña hendida y que rumiaran.
Por eso estaba
prohibido comer camello porque es rumiante pero no tiene pezuña hendida y el
cerdo porque tiene pezuña hendida, pero no rumia, entre otros. En Levítico 11
está la lista detallada. Además, había reglas que debían seguirse al pie de la
letra en cuanto a enfermedades, ofrendas, moralidad, conducta, fiestas,
mantenimiento del tabernáculo, esclavitud, etc.
Como sabemos, para Dios ya no tiene
ningún valor seguir todas esas restricciones, ya que para Él lo que importa es
que le entreguemos nuestro corazón, dispuestos a vivir la vida que a Él le
agrada, y que Él mismo nos capacita para vivir con la guía del Espíritu Santo.
Sin embargo, en los primeros días de la
Iglesia surgieron personas que mal interpretaron la libertad que Dios nos da.
Hubo dos corrientes de pensamiento: una era de influencia judía, y establecía
que el cristiano a pesar de serlo, debía seguir sujeto a la Ley de Moisés,
hasta el punto de que debía circuncidarse y respetar el día de reposo.
La otra era de influencia gentil y totalmente
opuesta, y establecía que el cristiano tenía total libertad de hacer lo que
quisiera en cuanto a su comportamiento, con tal de que aceptara que Jesús había
resucitado. Así, una corriente era legalista, mientras que la otra era
libertina y desenfrenada. Ambas fueron arduas enemigas de la Iglesia primitiva.
Para tratar de contrarrestar y
atacar ambas corrientes es que Pablo escribió casi todas sus cartas. Gálatas se
encarga de atacar al legalismo que trataban de imponer los judaizantes (judíos
que pretendían imponer la Ley a los gentiles). En cuanto a la mala concepción
de la libertad cristiana corrompida en libertinaje, la carta a los Colosenses,
entre otros, ataca dicha corriente.
¿En qué consiste la libertad
cristiana?
Como ya vimos, la conciencia es algo
que debemos cuidar mucho, ya que es muy sensible a lo que uno tenga por bueno o
por malo. Y esto abarca hasta asuntos que para algunos podrían ser
trivialidades, pero que para otros son de suma importancia.
Como cristianos, tenemos libertad para comer y beber lo que queramos,
siempre y cuando no atente contra nuestra integridad tanto física como
espiritual. Pero también debemos tener claro lo que dice Romanos 14:8: “Pues si vivimos, para el
Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que
vivamos, o que muramos, del Señor somos.” Todo nuestro comportamiento
debe ser dedicado al Señor. Debemos renunciar a nosotros mismos, sacrificar
nuestros propios gustos y deseos por el bien de la obra del Señor.
No somos islas. Eso
está muy claro. Dondequiera que nos encontremos, estamos rodeados de personas,
sean estas allegadas nuestras, o sean completos desconocidos. Pero sea como sea
siempre habrá gente que observa nuestra forma de ser, en mayor o menor grado. Y
aquí es donde entra una responsabilidad de suma importancia para el cristiano:
Su testimonio.
Como cristianos debemos velar porque nuestro
comportamiento, todo lo que hacemos y decimos sea coherente con lo que
profesamos ser. Todo en nuestra manera de vivir debe irradiar la obra de Cristo
en nosotros, y marcar una diferencia con la forma de vivir de la gente que no
ha hecho entrega de su vida en las manos del Señor.
Esto también significa
que debemos cuidar que nuestra actitud no signifique tropiezo
para alguien más, particularmente, esas personas que son nuevas en la fe o las
no conversas, las cuales, siempre están pendientes de cómo deberían ser y como realmente se comportan los supuestos
cristianos.
Dice 1 Cor. 8: 13:
“Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne
jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.”
Analicemos el
contexto en el que se encuentra este pasaje para así comprender mejor la
seriedad del asunto. Esta carta estaba dirigida a la iglesia en Corinto. Esta
ciudad era reconocida como una de las más importantes ciudades comerciales de aquella época.
Pero también era reconocida por su idolatría,
filosofía dividida y huecas doctrinas. Una práctica común entre los paganos,
era los sacrificios de animales a sus dioses. Sólo una parte de esa carne era
ofrecida.
El resto se utilizaba para llevar a cabo un
banquete al cual se invitaban todas las personas que se quisiera. A veces sobraba
carne, la cual se vendía a las carnicerías. Esto se convirtió en un problema
para los nuevos cristianos de Corinto, ya que no sabían si debían comer o no de
esta carne cuando eran invitados a alguna de esas actividades, y también si
podían comprarla en las carnicerías.
Teniendo esas dudas en mente, mandaron una
carta a Pablo en la que le preguntaban estas, entre otras cosas, las cuales
Pablo desarrolla en su Primera Epístola a los Corintios.
La respuesta de Pablo
al problema de la carne es tan clara que no necesita ser explicada. “Sabemos
que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios…Pero no
en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los
ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. Si bien la vianda no nos hace más
aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos,
seremos menos. Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para
los débiles.
Porque si alguno te
ve a ti, que tienes conocimiento (de que los ídolos no tienen ningún valor),
sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil,
¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos (pensando que si tú
lo haces porque apruebas comer de los ídolos, él puede hacer lo mismo)? Y por
el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.
De esta manera, pues,
pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo
pecáis. Por lo cual, si la comida
le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner
tropiezo a mi hermano.”
Queda claro que nuestra responsabilidad de cuidar como vivimos no es
sólo ante Dios, sino también ante todas esas personas que están al tanto de lo
que hacemos, sean familiares, vecinos, amigos, compañeros, miembros de la
iglesia, o incluso los desconocidos con los que nos topamos todos los días.
Es nuestra obligación velar que
lo que hacemos no se convierta en tropiezo para esas personas. Si un recién
convertido, o aún un inconverso ve a uno de los predicadores de la iglesia en
un bar, o con otra mujer que no es su esposa, o le escucha decir una mala
palabra, o dirigir una mirada codiciosa a una mujer que pasa por la calle, ¿qué
puede pensar? Sin duda sería una gran decepción y desilusión para esa persona,
y muy probablemente decida no volver a una iglesia que, según ellos, está llena
de personas hipócritas y falsas. Y de hecho que eso es algo que ocurre muy
comúnmente hoy en día.
Y no es necesario ir al extremo. Hay ciertas cosas que para mí pueden
ser insignificantes, pero que para otra persona pueden ser de más valor. Por
ejemplo: yo puedo llevarme muy bien con la pareja de un amigo mío. Pero puede
verse mal que ella y yo pasemos mucho tiempo hablando solos, aún cuando sea en
simple son de amistad. Tal vez un
hermano pueda que no sepa cómo es la situación realmente, y piense que ella
esté engañando a su pareja conmigo, lo cual sería caer en pecado. Y la culpa no
sería de ese otro hermano sino mía.
Cuando Dios le preguntó a Caín por Abel, este respondió: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”
La respuesta es un enérgico SI, no sólo para Caín, sino para cada uno de
nosotros. Está en nuestras manos la responsabilidad de cuidar nuestro
testimonio ante todas las personas que nos rodean.
Por más que no me afecte solo
un trago de vino, si mi hermano me ve tomando, puede pensar que tomar está bien
sólo porque me vio a mí haciéndolo. Y aunque esa no era mi intención, yo soy el
culpable de que mi hermano peque. ¿Y si ese hermano entra en el vicio sólo por
esa impresión que yo le di? Y es que nuestra libertad está limitada hasta
donde llegue la del otro. Si apropiarme de mi libertad al hacer algo implica
que para otro signifique entrar en esclavitud, entonces estoy cometiendo
pecado.
De
lo serio de hacer pecar a los más débiles en la fe, sean estos parte de la
Iglesia o no, Jesús dejó una fuerte advertencia: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos
pequeñitos que creen en mí, mejor le
fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el
mar.” Marcos: 9:42.
Estos pequeñitos no necesariamente tienen que
ser los más jóvenes en edad. Puede haber débiles en la fe que ya lleven años en
la Iglesia, pero que nunca han crecido espiritualmente. Estos también están a
nuestro cuidado, y debemos SIEMPRE velar por darles un buen ejemplo.
Así que, en resumen,
velar por la conciencia de los demás consiste en que aunque tengo derecho a esto o aquello ya que para mí
no es malo, decido sacrificar mis gustos y preferencias con tal de no ser
obstáculo para el crecimiento espiritual de mi hermano.
Esa manera de pensar que a
nadie le importa lo que yo haga, diga o piense, es total y completamente
anticristiana. A partir de que tomamos un compromiso serio con nuestro Señor,
tenemos la obligación de cuidar de nuestro testimonio. Pero esto no es una
carga extra, porque si de verdad velamos por vivir una vida completamente
agradable a Dios, por consecuencia no haremos nada que afecte la conciencia de
los que nos rodean.
Y la fuente de ese conocimiento
necesario para vivir una vida piadosa, se encuentra en la comunión personal con
Dios, a través de la oración y el estudio bíblico. Por medio de estas fuentes
estamos aprendiendo a vivir de una forma que en lugar de afectar a otras
personas, más bien se convierta en un ejemplo. Y esta no es sólo
responsabilidad de los dirigentes de la Iglesia, sino de todo cristiano, ya que
donde quiera que se encuentre un cristiano, ahí siempre habrá personas que están
observando su estilo de vida, y si de verdad vive según lo que profesa.
Veamos un ejemplo más para dejar el asunto lo más
claro posible. Leamos el texto de 1 Cor. 9: 20-23. Pablo tenía total libertad
en cuanto a todos estos aspectos, pero estaba dispuesto a renunciar a esa
libertad con tal de procurar el crecimiento de la obra. Y esto se debe a que
realmente se sentía comprometido con la causa del evangelio, ya que para él
tenía prioridad por encima de él mismo. ¿Es así de importante para nosotros la
causa de nuestro Señor?
La libertad cristiana ha de emplearse en humildad para la gloria de
Dios y para el bien de todos. Al final de cuentas, cada cristiano ha tomado el
compromiso de seguir a su Señor lo que implica lo siguiente: “Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame.” Lucas 9:23. El orgullo y el egoísmo
quedan totalmente anulados en la mente del verdadero creyente, porque su
prioridad ya no es él mismo, sino Cristo y su prójimo. Velemos porque esto sea
siempre así.
Autor: Kenneth Matarrita
Alvarado
Iglesia de Cristo Heredia,
Costa Rica
kennethma5@yahoo.com
Excelente hermano, Dios continué bendiciéndole en gran manera y le siga concediendo la la gracia dela sabiduría para su gloria y honra de nuestro Señor Jesús
ResponderEliminarMuchas bendiciones, Dios este con usted
ResponderEliminarMuy buenos tus aportes. De esta manera colaboras con el Salvador en la construcción de su reino que tanta falta hace en nuestro medio.
ResponderEliminarhttp://elreinodediosenmarcha.blogspot.com