Los seres
humanos hemos sido dotados por nuestro Creador de unas habilidades que nos
hacen ser únicos en la creación. Tenemos
la capacidad de crecer mientras vida hay en nuestro cuerpo. Este crecimiento
forma nuestro carácter, dándonos la estabilidad emocional, espiritual y física que
necesitamos para adaptarnos o adaptar el entorno que nos rodea.
En cuanto a nuestra
vida, al adaptarnos al medio que nos rodea, vamos evolucionando, nos desarrollamos
y nos reproducimos. Lo cual nos permite la existencia por generaciones en el
tiempo. Así como buscamos en este tiempo un bienestar físico, también lo
buscamos en lo emocional y en lo espiritual.
Vamos haciendo
crecer nuestras emociones a un nivel de madurez, donde ya no tengo que juzgar
ni culpar a otras personas por lo que me sucede. Donde ya puedes soltar y dejar
ir. Donde sabes que la vida es mucho mejor si no vives del pasado y te enfocas
en un futuro con libertad y tranquilidad. Donde tu pasado no es el estímulo de
tu existencia presente, ni la base para tu futuro.
Esta madurez
emocional te permite mirar los errores como oportunidad para crecer y no como
fracasos en la vida. Para que esto tenga sentido y puedas vivirlo de manera
plena es necesario trabajar continuamente en la contextura de tus emociones, de
tal forma que no se formen grietas o huecos por donde puedan penetrar acciones
negativas o salir aquellas que positivamente se han cultivado en el tiempo.
Mientras que la
madurez espiritual tiene su raíz en la fe. Como en cualquier parte en la vida,
crecer en la fe requiere tiempo y dedicación. Siendo la oración y la palabra de
Dios la clave para este crecimiento. Es donde aprendemos a comunicarnos con
nuestro creador y donde dejamos que su palabra nos instruya para conocer su amor y misericordia.
Dios quiere
hacer de ti una vasija nueva, Él quiere corregir todas las grietas que a lo
largo de la vida se han formado por consecuencia del pecado. En el libro de
Jeremias capítulo 18 dice:
Cuando el objeto
que estaba haciendo le salía mal, volvía a hacer otro con el mismo barro, hasta
que quedaba como él quería. Entonces el Señor me dijo: "¿Acaso no puedo
hacer yo con ustedes, israelitas, lo mismo que este alfarero hace con el barro?
Ustedes son en mis manos como el barro en las manos del alfarero. Yo, el Señor,
lo afirmo”. (Vs 4-6 DHHD)
A Dios le
encanta trabajar con nosotros, El ama hacer de nuestra inutilidad lo mejor, lo
más especial, lo más útil para su Gloria. Cada día nos demuestra que la
solución a nuestros huecos espirituales y emocionales no está en desecharnos o deshacerse de
nosotros, está más bien, en reutilizarnos, pero como a Él le place, “a su
voluntad”.
¿Cuáles grietas pueden estar afectando nuestra vida tanto emocional como
espiritualmente?
Estos son
algunas actitudes que causan grandes grietas en la vida, son comportamientos
que nos hacen tener una vida sin
sentido, fuera del plan que nuestro Dios diseñó para nosotros desde el
principio de los tiempos.
1-
El
orgullo, ese exceso de estimación hacia uno mismo, nos hace
sentir superior a los demás. Llegamos a un punto de soberbia tan grande que, menospreciamos a las personas. Herimos a nuestros seres queridos, traemos
amargura y tristeza al corazón de personas que amamos y por consiguiente, a
nosotros mismos.
¿Porque
hay tantos hogares rotos? ¿Tantas relaciones destruidas? ¿Tantos lamentos y
reclamos en padres e hijos, esposos, hermanos, familias y en sentido general,
en nuestra sociedad? ¿No es por esta grieta llamada orgullo, abierta en nuestro
corazón?
Proverbios
11:2 dice: “El orgullo acarrea deshonra; la sabiduría está con los humildes”. 13:10
dice: “El orgullo solo provoca pelea…” así mismo nos recuerda Proverbios
18:12 que “tras el orgullo viene el fracaso”… La deshonra, la pelea y el
fracaso, son grietas que Dios quiere corregir en nuestra vida. Es por donde se escapa todo lo bueno que hay
en nosotros, haciéndonos seres humanos rechazados por aquellos que deberíamos
amar y ser amados.
2-
El
odio, es una actitud de antipatía, además de llevarnos
a odiar a los demás, también llegamos a
odiar incluso nuestra propia vida. Es un sentimiento altamente negativo, una
grieta que a simple vista puede verse superficial, sin embargo su profundidad
es desbastadora. Nos enferma emocionalmente, se manifiesta en disgusto y
antipatía. Es lo más dañino en las relaciones humanas.
La
mentira y la calumnia son dos elementos distintivos en la persona que odia. Dice proverbios 10:18 “Es de mentirosos disimular el
odio, y es de necios divulgar chismes”.
Proverbios
26: 24-26 “El que odia, lo disimula cuando habla, pero en su interior hace planes
malvados. No le creas si te habla con ternura, pues su mente está llena de
maldad; aunque trate de ocultar su odio, su maldad se descubrirá ante todos”.
Posiblemente
podamos hablar con tan dulce sonidos, quizás quien nos escuche no pueda identificar
lo que sentimos, y ante los demás quedemos bien parados con nuestras palabras,
incluso con muchas de nuestras acciones. Pero, ¿Qué está realmente ocurriendo
en nuestro interior? Esta es realmente la grieta que Dios quiere curar, aquella
del alma, donde se esconden nuestros sentimientos, donde salen aquellas
acciones que contaminan el cuerpo y destruyen por completo nuestro ser.
Solo
podemos alcanzar la sanidad divina a este mal cuando temamos a Dios y guardemos
sus mandamientos, es donde está la verdadera sabiduría. “Vale más sabiduría que piedras
preciosas; ¡ni lo más deseable se le puede comparar! Yo, la sabiduría, habitó
con la inteligencia, y sé hallar los mejores consejos. Honrar al Señor es odiar
el mal. Yo odio el orgullo y la altanería, el mal camino y la mentira. En mí
están el plan y su realización, yo soy el buen juicio y la fuerza”. Proverbios
8:11-14
3- Rencor, es una grieta que enferma la mente,
entristece el alma y hace desmayar al espíritu. Por algún motivo determinado odiamos
a otra persona. Nos hace vivir en el pasado, con un resentimiento que no nos
deja pasar la página, somos “históricos”
en nuestro vivir. La falta de perdón genuino no nos permite olvidar lo que una
vez entendimos fue una ofensa. Al punto de decir que perdonamos pero no
olvidamos lo que nos han hecho.
Solo
imagínese por un momento ¿si Dios nos tratara de esa forma? Si Él nos dijera, te
perdono pero no puedo olvidar tus pecados. ¿Dónde estaríamos nosotros? ¿Cuál
sería nuestra esperanza? ¿Qué valor tendría la muerte de su Hijo, nuestro Señor
Jesucristo?
Cuando
perdonamos, no solo restablecemos nuestras relaciones con los demás, además,
sanamos nuestras heridas, se curan grietas tan profundas que no podríamos sanar
sin el perdón.
El
rencor nos distancia de las personas que una vez amamos, nos hace ver como
personas que no cometemos errores y que solo vemos los errores de los demás.
Nos separa de Dios, pues ¿Cómo podemos esperar perdón de Dios si no somos
capaces de perdonar a quienes nos ofenden?
Levítico
19:17,18 dice; "No abrigues en tu corazón
odio contra tu hermano. Reprende a tu prójimo cuando debas reprenderlo. No te
hagas cómplice de su pecado. No seas vengativo ni rencoroso con tu propia
gente. Ama a tu prójimo, que es como tú mismo. Yo soy el Señor”.
La
base para modificar esta conducta es el amor, cuando aprendemos amar a los
demás, la misericordia, la compasión y el perdón andan de la mano en nuestro diario
caminar. Aprendemos a no buscar lo nuestro, a no hacer nada indebido, a no irritarnos, sabiendo que el verdadero
amor no guarda rencor, 1 Cor. 13:5.
4-
La
crítica, cuando se usa para censurar a los demás, se convierte
en un mal destructivo. Hay críticas que
te hacen crecer, te ayudan a modificar conducta y hacer de ti una mejor
persona, pero hay críticas que pueden terminar con la autoestima de una
persona. Las personas que tienen la costumbre de andar criticando a los demás
de manera negativa, muestran que son seres humanos infelices.
Son personas
chismosas, no dignas de confianza. Generalmente la persona que se dedica a este
mal hábito de criticar a los demás, es muy mal vista y sus relaciones
interpersonales no son buenas. Cuando aprendemos a ver la riqueza que hay en
las cosas buenas y agradables de las demás personas, podemos amarlas por
valores y principios.
Matrimonios
hoy día ya no existen y otros están en proceso de desaparecer por este mal
hábito. Buenas amistades se han perdido por no cuidar la lengua. Incluso,
sociedades enteras se han hundido en esta terrible grieta.
Dios
ha hecho énfasis en su palabra para que aprendamos a controlar nuestra lengua,
para que podamos ser prudentes al pronunciar palabras y seamos sensatos al
expresar nuestras opiniones acerca de las demás personas.
Proverbios
20:19 dice; “El chismoso no sabe guardar un secreto, así que no te juntes con gente
chismosa”.
Santiago 3:4-6
“Mirad también las naves: aunque
tan grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño
timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro
pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende
un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está
puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo e inflama la rueda
de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”.
5-
El
Orgullo, el Odio, el Rencor, la Critica, solo son
algunas grandes grietas que he querido resaltar, pero no puedo dejar de
mencionar otras tantas derivadas de estas ya mencionadas, como son: la
avaricia, la envidia, la fornicación, el adulterio, las adicciones a sustancias
peligrosas o prácticas inmorales, la idolatría, la hechicería, la glotonería, la avaricia, la codicia, entre
tantas… son aberturas en nuestras vidas que Dios quiere cerrar con la sangre de
Jesucristo su hijo amado.
¿Por qué se
producen estas grietas en nuestra vida? La Biblia dice que por el amor que le
tenemos a este mundo.
1 Juan 2: 15,17
dice; “No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo,
no ama al Padre; porque nada de lo que el mundo ofrece viene del Padre, sino
del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos deseos de la
naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y el orgullo de
las riquezas. Pero el mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; en
cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre”.
El consejo divino es volvernos a Dios, mirar lo recto
delante de nosotros con el fin de buscar sanidad directamente del Padre.
Proverbios 4:
23-27 dice; “Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de
vida. Evita el decir cosas falsas; apártate de la mentira. Mira siempre
adelante, mira siempre de frente. Fíjate bien en dónde pones los pies, y
siempre pisarás terreno firme. No te desvíes de tu camino; evita el andar en
malos pasos”.
Dios quiere
curar esas grietas hechas por el pecado en tu vida, Él quiere sanar tu
relación, quiere sanar tu amargura, quiere hacer de ti una vasija nueva, donde Él
pueda depositar su amor y misericordia. Dios te ama…
Bendiciones
Autor: Mateo Martínez