Quizás el título
de este artículo le parezca extraído de un cuento o de un programa de dibujos
animados, pero en realidad, es tan real como usted y como mi persona.
Cada día recuerdo
lo que mis abuelos me decían sobre el papel de los padres en la crianza de los
hijos. Me explicaban las razones por las cuales me corregían y en ocasiones lo
hacían con ciertos castigos, los cuales no eran, por supuesto de mi agrado.
Así lo hicieron
mis padres, nos han amado desde que tengo memoria de conocerles, pero por
igual, nos enseñaron con el ejemplo y en viva practica la responsabilidad de
los padres en la crianza de sus hijos.
Hoy le doy las
gracias a mi Dios por mis abuelos, por los padres que me dieron y, por igual si
una herencia tengo de valor, son mis padres.
Ellos me enseñaron a valorar mi alma, mi mente y mi espíritu, me
enseñaron a amar a Dios y a respectar al prójimo, a valorarme como ser humano y
a valorar a los demás. Me enseñaron a amar a mi cónyuge, pero también me
enseñaron la importancia de ser un padre para mis hijos.
Y precisamente
esto me hace sentir muy conmovido, porque sé que al igual que mis abuelos y mis
padres, muchas familias tienen el mismo privilegio que yo he tenido. Tenemos en
nuestra sociedad familias dignas de imitar, familias que han legado a la
sociedad hombres y mujeres de gran valor y coraje. Personas que han dado lo
mejor de sí para hacer un cambio positivo en su comunidad, país, e incluso, en
el mundo.
Pero me hace
sentir muy triste ver todo lo contrario en la nueva generación de padres que
hoy día están formando una familia. Sus actitudes y comportamientos reflejan muchas
irresponsabilidades en la educación que están dando a sus hijos, sencillamente,
son padres invisibles…
Invisibles,
porque el control lo ejercen los hijos, haciendo lo que quieren y cuando quieren
sin que alguien le ponga frenos a sus malos hábitos y comportamiento.
Invisibles,
porque las reglas la establecen los hijos y los padres solo se limitan a obedecerlas,
haciendo lo que los hijos les piden y dándole lo que ellos quieren sin importar
el precio que deban pagar o las deudas contraídas para satisfacer esos antojos.
Invisibles,
porque los hijos imponen sus valores (valores aprendidos en nuestros
descontrolados medios de comunicación) y los padres sencillamente lo obedecen,
pues no quieren hacer sentir mal a sus hijos.
Invisibles,
porque los hijos establecieron las normas de comportamiento, los padres las
obedecen, al punto de seguirlas al pie de la letra, por ejemplo: la hora de
llegada a la casa, la forma de hablar a sus padres, el tipo de amigo, los
lugares donde van, si estudian o no lo hacen, los vicios que escogen, el carro
que quieren que papito o mamita le compre, la moda que quieren, el celular de
último modelo que necesitan, etc. etc. Usted continúe con la lista.
Invisibles, porque muchos padres perdieron el
control de sus hijos desde que estos nacieron. Desde muy pequeños, nuestros
hijos inician un proceso para controlarnos, los hacen con gritos y llantos, es
su herramienta perfecta, la traen al mundo desde que nacen. Es nuestra
responsabilidad aprender a descodificarla, pues necesitamos saber cuándo tienen
hambre, sueño o están enfermos, pero también necesitamos saber cuándo la están
usando para manejarnos o manipularnos.
Hijos rebeldes
los hay en todas las edades, esta rebeldía muchas veces es causada por la
invisibilidad de un padre o una madre que no ha sabido poner el control y dar
una educación a su hijo e hija responsable. Veo con mucha tristeza como esos
hijos saltan, ponen manos a las cosas, gritan, hacen rabietas, e incluso, le
pegan a sus padres en medio de cualquier escenario donde se encuentren, sin que
sus padres hagan nada para detenerlos.
No estoy a favor
de que a los hijos se les debe lastimar físicamente para corregirlos, sin
embargo tampoco me inclino por la
moderna filosofía psicológica de ser permisivo con la indisciplina que está creciendo esta moderna sociedad. Con
familia disfuncionales, irrespectuosas, irreverentes, antisociales, fruto del
pobre compromiso de padres que no han sabido dar a sus hijos una crianza
razonable de acuerdo a valores y principios normalmente permitidos en una
sociedad racional y civilizada.
Enseñar como
padres a sus hijos valores y principios les hace crecer mirándole con respecto
y admiración, le da sentido a su vida y aunque en su momento ellos piensen que
no le aman, cuando crezcan se lo agradecerán. Serán hijos que hablaran de los padres que
tuvieron, porque le vieron en acción, le mostraron el camino a seguir. Les
enseñaron que el valor de un buen hijo es el resultado de unos padres que se
dejaron ver en su formación.
Hoy día tener una
familia sana, comprometida y de respeto, cuesta. Cuesta no ser padres
invisibles ante tanta presión que ejerce esta moderna sociedad con su propia
doctrina y filosofía humanista de la vida. Cuesta no ser uno más del montón,
pues le miraran como un ser extraño si no hace lo que los demás están haciendo.
Cuesta decidir educar a sus hijos de forma correcta y apropiada, de manera
equilibrada, cuando todos los demás están haciendo lo contrario. Es costoso
para muchos padres no dejarse arrastrar por la corriente y pensamientos
desquiciantes que hoy moderan e influyen en tantas familias.
Pero es más
doloroso si queremos hacerlo por nuestra propia fuerza y conocimiento. El creador del universo y por cuyas manos
estamos nosotros en esta tierra, no nos has dejado solo en ninguna tarea que
tengamos por delante y en especial, en la formación de la familia y en la
crianza de los hijos. El espera de usted y de mí, a que dependamos de sus
instrucciones, siguiendo sus principios y mandamientos. Para que usted sea
capaz de formar una familia sana, emocional, espiritual y físicamente.
En la Biblia
encontramos un verdadero manual de instrucciones para educar a los hijos.
Instrucciones que le llevaran a ser seres humanos de acuerdo a los principios y
valores divinos.
La biblia dice
en Proverbios 23:15, que “cuando el corazón del hijo es sabio, el
corazón del padre se alegra”. Esto es motivo para que como padre pueda
hablar a su hijo con sabiduría,
sabiduría que Dios tiene disponible para dar a quienes la buscan de corazón.
Proverbios 6:1
dice; “Hijo mío, presta atención a mi sabiduría, inclina tu oído a mi
prudencia”. Es un principio de obediencia a los padres, el cual los
hijos aprenden en la familia.
Proverbios 6:20
dice; “Hijo mío, guarda el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza
de tu madre”; Es básico para
los hijos seguir las instrucciones de sus padres, pero los padres necesitan
estar preparados para dar estas instrucciones y poder expresarle “Ahora
pues, hijo mío, obedéceme en lo que te mando” Génesis 27:8.
Poder expresar
esto a los hijos, es un grato privilegio para los padres que así pueden
hacerlo, tomando en consideración la importancia que tiene el ejemplo al educar
a los hijos.
Al hablar a los
hijos con el ejemplo, da sentido de autoridad a las palabras expresadas y por
consiguiente tendrán mejor recepción en el corazón de los hijos, y como expresa
Proverbios 4:10 podrás decir a sus hijos: “Oye, hijo mío, recibe mis palabras, y
muchos serán los años de tu vida”. El
hijo sabio dirige su corazón por el buen
camino, es nuestra responsabilidad ayudarle en este proceso.
Urge que los
padres se unan en el proceso de criar a sus hijos, teniendo una meta clara y definida de lo que quieren
enseñarle. Con una conciencia firme de los valores y principios que
normalizaran sus vidas. Sabiendo que la sociedad no es responsable del trabajo de
los padres. Somos nosotros los padres quienes debemos normar la sociedad, dándole
hombres y mujeres preparados/as, conscientes y responsables del rol a desempeñar en la
vida.
Los maestros no
son responsables de la educación de los hijos, tampoco lo es la Iglesia, como
padres es nuestra responsabilidad y compromiso hacerlo.
Un error común en
los padres invisibles es creer que los hijos solo necesitan ser alimentados, ir a una escuela, luego a la universidad y ganar
un título para luego tener un trabajo. Esto es importante, pero más importante
es que nuestros hijos puedan valorar el trabajo que lograron tener por sus
principios y no por tener una carrera. Que puedan sentirse realizados por sus
valores y no por sus conocimientos. Que puedan ganar el respeto de los demás por
ser hombres y mujeres con humanidad y no por su arrogancia.
Esto solo se
aprende en casa, donde se forman seres humanos capaces de reconocer quienes son
y quien es su prójimo. Seres humanos que valoran el trabajo, la dedicación, el
amor, la entrega y los esfuerzos de sus padres.
Así como deben
ser enseñado a los hijos normas y principios para hacer de ellos hombres y
mujeres de bien, deben también enseñarles los pasos a seguir para ir al cielo. Este
mundo no es para siempre, nosotros los seres humanos fuimos creados para la
eternidad, por lo cual, es necesario preparar a los hijos para el encuentro con
Dios.
Hijos sanos emocional,
espiritual y físicamente, debe ser el objetivo a seguir en la crianza de los
hijos. La biblia dice: “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura, y
en gracia para con Dios y los hombres” Lucas 2:52.
Estos tres
elementos de desarrollo en la vida de nuestros hijos son básicos para ayudarlos
a alcanzar el cielo. Enseñan que una verdadera educación a nuestros hijos
incluye también que conozcan las leyes y los principios divinos. Esto solo se
puede lograr cuando los padres salgan de su invisibilidad y sean presentes en
la crianza espiritual de sus hijos.
La biblia dice
en Isaías 41:10 “no temas, Yo estoy contigo; No te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré,
ciertamente te ayudare,…”
Como padres no
estamos solos en esta fuerte tarea de criar a los hijos, Dios esta con usted,
solo déjese ayudar por El.
Bendiciones
Autor: Mateo Martinez.